Perfil

Me encanta mi trabajo pero eso no quita que tenga tiempo para dedicarle a otras muchas cosas. Mi madre me describe como un «culito inquieto» y como no podía ser de otra manera me gusta hacer deporte y sobre todo BAILAR. Siempre que puedo voy a clases de danza porque me ayudan a relajar mi cuerpo y despejar mi mente. Mi otra pasión es VIAJAR, conocer lugares nuevos, preparar itinerarios y probar todos los platos nuevos que puedo. Cuando estoy en casa me encanta cocinar y ver miles y miles de series de todo tipo acompañada de mis dos amores gatunos que os presento aquí.

Mi trabajo en el laboratorio se centra en el estudio de una serie de hongos que producen toxinas en alimentos. Seguro que en algún momento de vuestra vida habéis tenido una manzana enmohecida, habéis quitado la parte pocha y os habéis comido el resto ¿verdad? Pues… ¡Error! Las toxinas son muy muy pequeñitas y no se quedan solo en la parte donde hay hongo sino que pueden abrirse paso a través de toda la manzana. Pero bueno, no entréis en pánico si lo habéis hecho una vez (o unas pocas) porque estas micotoxinas no producen enfermedades graves si en un momento dado comemos una pequeña cantidad. Sin embargo, nuestro cuerpo no es capaz de eliminarlas y se van acumulando a lo largo de nuestra vida. Cuando hemos acumulado una cantidad importante se desarrolla una patología crónica que en algunos casos puede ser el desarrollo de cáncer.

En el laboratorio lo que queremos es impedir que estas toxinas estén presentes en los alimentos y así garantizar la seguridad de todos los consumidores. Normalmente, el control de los hongos productores de toxinas se ha hecho con fungicidas químicos, pero ahora también sabemos que la aplicación de estos compuestos puede ser perjudicial tanto para la salud como para el medio ambiente siendo peor el remedio que la enfermedad… Por tanto, estamos estudiando métodos alternativos utilizando otros microorganismos superhéroes que sean capaces de cargarse a los productores de toxinas. Este proceso se denomina control biológico y ¡es apasionante!

Tengo la suerte de tener unas compañeras estupendas (sí, sí, has leído bien somos todo chicas!) así que un día en el trabajo tiene de todo. Soy muy madrugadora así que normalmente llego muy temprano y tengo mis dos horitas para estar sola, concentrada, con el ordenador o estudiando. Luego ya me pongo a lo que más nos gusta hacer a la mayoría de científicos… ¡Cacharrear!… Hacer experimentos, ver resultados, y debatir con mis compis para ver si entre todas podemos mejorar los ensayos. Para los científicos, es importantísimo discutir los resultados y pedir opinión a los colegas porque cuantos más cerebros trabajen muchas más ideas se tienen 🙂

A veces también nos tocan días de muestreo y vamos al campo a coger muestras. En nuestro tema de investigación, es muy importante saber cómo se comportan nuestros hongos en la naturaleza. No os voy a engañar que yo no soy muy campo, soy más «ratita de laboratorio», pero bueno, hay que hacer de todo… jajajajajaja.

Tanto a mis compañeras como a mí, nos encanta participar en talleres de divulgación científica e ir a donde sea a enseñar a todo el mundo lo bonito que es el mundo microscópico. Cuando los talleres se hacen en la facultad es muy fácil hacerlo ya que el departamento tiene mucho material y unas instalaciones estupendas. Sin embargo, cuando vamos a coles o a ferias no es tan sencillos. Los microscopios de investigación son muy delicados y muy pesados y no se pueden sacar del lugar donde están instalados. Por tanto, las imágenes de los microorganismos sólo las podemos mostrar a través de vídeos o fotos que preparamos previamente en el laboratorio. Por tanto, con el dinero del premio compraría microscopios portátiles que se podrían llevar a todos los sitios y de esta manera, que todos los participantes de los talleres puedan asomarse a nuestra ventana microscópica, estemos donde estemos 🙂